jueves, 5 de junio de 2014

La felicidad y los días.


Hay una felicidad y basta. Cuando llega puedes tocarla, acariciarla, saborearla, intentar agarrarla con los dedos para que no se vaya nunca. 
Pero no. Es como el humo, y con una ráfaga de aire se marcha dejando en su lugar un vacío de nada. 
Nada... nada. 

Intentas creer que puedes recuperarla con un poco de suerte y esfuerzo. Agónico esfuerzo. 
Y un día, sin venir muy a cuento, te das cuenta de que algo dentro de ti se ha quedado parado en un momento infinito, aunque todo lo demás cambie y hubieras creído que ese cambio era también interior. 

Llega el día en que, después de correr y correr y correr como una desquiciada, te paras, miras alrededor, y descubres que sigues en el mismo lugar. Resulta que lo que creías es todo mentira. 
No hay cambios, no hay humo, no hay, en definitiva, y asumes que nadie te devolverá nunca a esa especie de perfección. 



Y es que hay felicidades que solo llegan una vez, y se van. 



lunes, 17 de marzo de 2014

1999


[Se abre el telón]
[Tono teatral. Gesto alegre]
¡¡¡Ohh el amor!!! 
¿Qué es? 
Un sentimiento, un suspiro. Un dolor.
[Rabia. Susurra]
Dolor...
[Alza de nuevo la voz]
Es darle a alguien la llave que abre tu felicidad. 
Es concederle el poder de hacerte daño. 
Es sentir que todo, todo, va mal, y aún así eres feliz. 
Es esa fuerza que te hace creerte capaz de todo. 
Es sentir que por fin estás completo, y que no necesitas nada más.
[Más rabia]
Es el deseo de quitarte la ropa, pieza a pieza, para descubrir el milagro de tu desnudez.
Es guardar silencio sólo por oír tu respiración.
Es esa tranquilidad de poder besarte cuando quiera.
Es mirarte y sentir que todo encaja, aunque sea mentira.
Es llamarte sólo porque añoro el sonido de tu voz.
Es acurrucarme en tu pecho y contar cada latido de tu corazón, 
que late para mí.
Es pasar la noche en vela sólo por guardar tus sueños 
y verte dormir.
Es sorprenderte con tonterías para verte sonreír.
Es cumplir tus sueños, porque así, de rebote, se cumplen también los míos 
(hacerte feliz)
[Aún más rabia. Dientes apretados]
Es caminar a tu lado, como tantas veces, y volver a estremecerme cada vez que me rozas sin querer.
Es que me pidas que vaya al fin del mundo a por una piedra de colores y decirte: espera que me ponga la chaqueta.
Es morir un poco cuando me despido de ti.
Es ver tu carita buscándome entre la gente, y volver a vivir.
Es mirarte a escondidas, cuando no te das cuenta, y sonreír como idiota, como si no hubiera nada más bonito, en ningún lugar.
Es ir a buscarte cuando no me esperas sólo por ver tu cara al verme.
Es cantarte con mi horrible voz las canciones que te gustan.
Y bailar contigo sólo por el gusto de tenerte cerca de mí.
Es llevarte el desayuno a la cama, y que tu sonrisa haga que merezca la pena madrugar y salir de puntillas para no despertarte.
Es cocinar para ti.
Volar para ti.
Saltar para ti.
[Todavía más rabia. Dientes apretados. Puños cerrados. Le tiemblan los labios]
Escribir para ti…
Es cogerte de la mano y llevarte a ese lugar donde... sólo... tú y yo...
Es sentir un escalofrío y hacerme la ilusión de que es porque estás pensando en mí.
Es acostarme pronto para poder tenerte, aunque sea en mis sueños.
Es imaginar siempre, siempre que vuelvo a casa, que estarás en la puerta esperando por mí.
Es querer guardar el aire que sale de tu risa para cuando no estés.
Es odiar a todo el que te hace daño, incluyéndome a mí.
Es querer con todas mis fuerzas ser mejor para ti, aunque no pueda.
Es saber… como sé… que nadie… [Articula dos palabras más, sin llegar a pronunciarlas. Se le va la voz]
[Silencio. Ambiente a punto de estallar]
Es darte todo lo que soy, 
y lo poco que tengo, 
aunque no lo quieras.
[Ojos arrasados de lágrimas. No puede continuar. Sale de escena]
[No se mueve nadie, casi ni se respira. Pasan los segundos. Alguien se levanta confuso y se vuelve a sentar. Nadie aplaude. El silencio casi se podría pesar. Al poco sale de nuevo]
[Ojos rojos de frotar lágrimas. Puños apretados. Gesto crispado. Semblante serio, infinitamente triste. Se dirige al público, aunque no mira a nadie]
Y esto es el amor. Si no lo reconocen en mis palabras, sigan buscando. Porque aún no lo han encontrado. Pero cuidado. Una vez que lo encuentran, ya no hay vuelta atrás.
[Se encoge. El llanto convulsiona su cuerpo. Entierra la cara en sus manos]

[Se cierra el telón]


jueves, 6 de febrero de 2014

Metamorfosis.


<< Tengo un agujerito en el corazón por donde se me escapa el amor. >>


Se va, y deja un vacío negro y putrefacto que lo va contaminando todo. 
Desde el mismo centro del pecho. Se expande de forma radial. 

Como cuando tiras una piedra a un charco. 
Con la misma vibración sorda. 
Con un latido seco que no para y que suena más fuerte cuando el mundo calla. 
O será que yo me detengo a escucharlo. 

Se me contagian los huesos, y luego la carne, y luego la piel. 
Centímetro a centímetro. De dentro hacia afuera. 
Como un virus que me transforma. 

Y empieza la metamorfosis en mí. 

Se me empiezan congelando las ideas. Los sentimientos. 
El corazón. 
El cuerpo. La sonrisa en la cara. La mirada. La mirada. 

Esos ojos que antes eran ventanas a lo que soy en realidad. 

Se vuelven ahora opacos, impenetrables. Cínicos. 
Mi mirada se hace indolente. 
Un pozo negro que no devuelve la luz. 

Se me hiela la voz y la risa. Los te quiero. Y las manos, que ya no sienten el calor ajeno. 

Hasta que se me congela el amor. 
Y yo ya no soy, definitivamente, yo. 
O sí. 

Porque yo también soy eso. 
Esa manía de mantener a todo el mundo a una prudente distancia de seguridad. 
Esa distancia que  cubría con dos pasos y un beso. 
Hasta mí. 
Eso me hacía querer ser mejor. Más accesible para el resto. 
Y lo intentaba. 

Los bordes que delimitaban mi espacio vital se deshacían en el aire. 
Y yo me dejaba llegar al corazón. 
Me humanizaba. 
Porque  me protegía de todo mal. 

Pero no. Ya no. 

La burbuja deja de diluir sus bordes en el aire. 
Se vuelven sólidos. 
Como una línea de tiza cada vez más y más gruesa. 
Esa línea se hace tiza, y arena, y piedras, y asfalto. 
Se hace cuero, amor. 

Y se expande en el espacio, poco a poco, tan lento que ni lo notas. 
Hasta que llega un momento en el que todo el mundo está demasiado lejos. 

Cuando termina me convierto en superhéroe. 
Soy de acero y hielo y huesos. 
Ya nada me puede tocar. 
Ni hacer daño. 
Ni feliz, 
claro. 

Pero al menos estoy a salvo. 
A salvo de mí y de mi perturbado, 
asqueroso corazón. 

domingo, 2 de febrero de 2014

Reset.


Que salgo a pasear por Madrid.
Y Madrid se pone el traje de echarte de menos.
A veces me llueve encima,
y yo, simplemente, me dejo.

Y me siento a mirar las luces, 
o son ellas quienes me miran de lejos.
Mientras pienso, tontamente,
que en esta ciudad hay lugares que, a solas, son menos.

He cogido la mala costumbre de helarme de frío,
de jugar a no tiritar.
Que se me hiele este odioso carácter,
el mío. 
Y creo que ya no sé parecer, ni ser, ni estar. 

Aprendo a disfrazarme de mí misma
para esconderme cuando quiero. 
Soy un hola, qué tal, un a ver cuándo nos vemos. 
Soy, por si no lo sabías, imbécil de nacimiento. 

Pero oye, hago lo que puedo. 
No quiero correr como una desquiciada, 
ni volverme loca de miedo. 
No quiero llorar, no quiero nada. 
Solo no parecerme a mí. 

Solo eso.